Villa María |

lunes 30, junio 2025

La distorsión de los precios en Argentina: ¿Es hora de sincerar el mercado?

Promociones eternas, precios inflados y regalos incluidos que no son gratuitos. Las estrategias comerciales más utilizadas hoy generan confusión en los consumidores y erosionan la confianza. ¿Puede un cambio en la forma de vender traer mayor transparencia y previsibilidad al mercado?

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En los últimos meses, los consumidores argentinos hemos notado una tendencia que se ha vuelto prácticamente omnipresente: las ofertas permanentes.

Ya sea en tiendas online o en comercios físicos, las promociones como “2×1”, “3×2” o descuentos del 20%, 30% o incluso 40% han pasado de ser algo ocasional a convertirse en la norma.

Esta lógica de precios inflados para luego aplicar descuentos artificiales genera una profunda distorsión en la percepción del valor real de los productos.

¿Cuál es el precio verdadero de una prenda, de un electrodoméstico, de un par de zapatillas? La mayoría ya no lo sabe.

A esto se suma otra estrategia cada vez más común: regalos incluidos en cada compra, como mochilas, botellas, juguetes o kits de bienvenida.

Elementos que pueden resultar atractivos, pero que también están “escondidos” en el precio final del producto.

Es decir, nada es realmente gratis: simplemente no se desglosa. Esta práctica también contribuye a una sensación de que todo está inflado, y refuerza la idea de que los precios reales están disfrazados.

Detrás de este tipo de tácticas hay múltiples causas. Por un lado, la inflación sostenida llevó a remarcar precios preventivamente, lo que terminó alejando a los consumidores.


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Por otro, la necesidad de generar movimiento en un contexto de consumo deprimido empujó a los comercios a apelar al recurso del “descuento constante” o al “bonus sorpresa”. Pero el efecto colateral de esta dinámica es el desgaste de la confianza.

Hoy el consumidor ya no cree en los precios ni en las ofertas. Asume que siempre puede encontrar una promoción mejor o que, si espera, ese producto se lo ofrecerán a mitad de precio o con un regalo incluido.

Esto no solo perjudica la rentabilidad del comerciante, sino que también afecta la experiencia de compra y la relación marca-cliente.

¿No sería más sano y transparente sincerar los precios? Volver a ponerle un valor real a las cosas, que no necesite disfrazarse con porcentajes inflados de descuento o con obsequios que, en el fondo, terminamos pagando igual.

Apostar a la calidad, a una propuesta de valor clara, a la confianza. Es un camino más difícil, sin dudas. Pero quizás sea el único que permita construir un mercado más estable, previsible y justo para todos.

Porque cuando todo está en oferta y todo viene “con regalo”, nada vale lo que dice. Y cuando nada vale lo que dice, se pierde el sentido de lo que compramos.

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