Sus historias, en algún punto, se parecen.
Angélica Sartoris, treinta y siete años y oriunda de Balnearia, localidad del departamento San Justo, Córdoba, quería estudiar medicina. Sin embargo, en aquel momento, por los costos, no pudo mudarse a la capital para comenzar la carrera. Entonces, buscó otras opciones: se decidió por la ingeniería en alimentos, que cursó en la Universidad Nacional de Villa María —donde todavía no se dictaba medicina—.
Virgina Donadio, veintiocho años y nacida en Villa María, sí hizo medicina pero sólo medio año porque algunas cosas le empezaron a causar impresión. Ella, que había terminado sus estudios secundarios en el colegio Trinitarios —especialidad láctea— y que además viene de una familia que trabaja en la industria alimenticia, sintió que el camino era ése y, por eso, también se recibió de ingeniera en alimentos en la misma universidad.
Ahora es un martes de mediados de julio y en la casa de Donadio, ambas cuentan que sus familias son emprendedoras. La de Sartoris tenía tambos. Ella cuenta que, a parte, tiene seis tías y habla sobre dos de ellas: hay una que es guía de turismo y otra que es historiadora y escribe libros. Y dice que su madre, por otro lado, se dedica a la costura y hace vestidos de novia y de quince. La madre de Donadio, en cambio, es odontóloga y su padre tiene una empresa —en la que ella participa— que cultiva, cosecha y vende champiñones y portobellos. Su pareja tiene carnicería.
—Venimos todos de la remada. A veces nos agarra la crisis existencial. Hablamos con mi suegro, hablo con mi papá, hablo con mi mamá, hacemos un varieté de charlas y consejos para ver desde qué lugar encarar algunas cuestiones.
Conversan y consultan para tomar decisiones porque ellas también son emprendedoras: crearon la bebida probiótica «Sinergia». Se conocieron en Nestlé —empresa multinacional suiza de alimentos y bebidas— y se hicieron amigas. Durante alguno de los tantos cafés que tomaban a la mañana, Donadio le dijo a Sartoris que hicieran algo. Uno de esos días, Sartoris contó que le habían recomendado el kéfir de agua: un producto fermentado a través de la acción de un conjunto de levaduras y bacterias. Les encantaron los efectos que tenía. Después, participaron de un congreso internacional de alimentos en el que, entre otras cosas, se expusieron las tendencias en la industria: vieron que, por ejemplo, se destacaban las leches vegetales y los alimentos con probióticos.
Y pensaron: si el kéfir les hacía bien, por qué no hacerlo para los demás.
—La idea era apuntar a un producto que sea saludable —dice Donadio.
Y, así, en octubre del año pasado, después de evaluar la vida útil del producto (que es de un mes, según la definieron), de estudiar los ingredientes y hacer diferentes pruebas con sus familias, arrancaron.
¿Por qué el kéfir de agua y no otro producto? Hay motivos. En un principio, los quesos veganos a base de leches vegetales fueron una opción. Sin embargo, en ese caso, el mercado al que se dirigían estaba compuesto por aquellos que elegían ese estilo de vida. Con el kéfir, en cambio, apuntaron no sólo al público vegano, sino que también se interesaron por quienes tienen patologías, además de los que quieren adquirir hábitos saludables. Sienten que hacen un aporte a la sociedad y resaltan que, con «Sinergia», que es natural, se pueden suplantar algunos medicamentos.
Acerca de la elaboración del producto, ellas explican que se trata de una fermentación que dura cuarenta y ocho horas.
—Usamos agua, azúcar mascabo, que es el que consumen las bacterias y levaduras para poder alimentarse —dice Sartoris.
Además, habla de los nódulos de kéfir y dice que se trata de una red de polisacáridos que contiene a las bacterias y levaduras.
—Y colocándolas en ese medio durante cuarenta y ocho horas van fermentando, van generando ácido láctico y las levaduras generan burbujas —agrega.
La bebida es, por ende, levemente gasificada. Y es saborizada: los gustos son naranja, naranja-durazno, limón, pomelo, manzana y neutro.
Los resultados aparecieron pronto: recibieron mensajes de gente que lo estaba tomando y, de a poco, incrementaron la producción. En este sentido, de acuerdo con las mediciones que realizaron, el cuarenta y cinco por ciento del público que consume «Sinergia» tiene entre treinta y cincuenta años. Pero también hay clientes de veintidós y otros de más de sesenta.
—Tiene varios beneficios el kéfir. Son bacterias y levaduras que ingresan a todo el sistema digestivo y van generando ácidos grasos que recubren y refuerzan la pared intestinal. Entonces, eso hace que se refuerce el sistema inmunológico. Las bacterias patógenas no ingresan por el torrente sanguíneo y por lo tanto se evitan infecciones. A la vez, ayuda con el estreñimiento. Entonces la gente empieza a ir todos los días al baño y se empieza a deshinchar. Se siente mejor de ánimo, cambia su estilo de vida —dice Sartoris.
Donadio explica que no se trata solamente de consumir kéfir, sino de hacer una vida saludable y que, por lo tanto, importa la alimentación pero también la actividad física y hasta la salud emocional.
—El sistema digestivo está lleno de neurotransmisores. Es como el segundo cerebro —añade Sartoris.
—Genera serotonina, entonces da bienestar y felicidad —dice Donadio.
—Las respuestas son muy buenas. Hemos ido creciendo un montón. Se nota que la gente sabe mucho más de alimentos, consulta mucho más y busca cada vez más un estilo de vida saludable —acota Donadio.
«¿Cómo debe consumirse el kéfir? ¿Con qué debe acompañarse?», son algunas de las preguntas más frecuentes por parte del público. En su Instagram está la información: allí detallan, por ejemplo, cómo debe ser el consumo de alimentos para promover los beneficios del producto.
—Hay gente que se suma a consumirlo porque tiene un problema digestivo y hay gente que lo incorpora por el mero hecho de decir: “Estoy consumiendo algo saludable”. También explicamos que se debe consumir de manera diaria porque estos probióticos están en el intestino un tiempo y después se eliminan —comenta Sartoris.
—Hemos logrado fidelizar a varios clientes. De hecho, armamos un club que se llama «Club Sinergia» y tenemos, por suerte, cada vez más gente que se suma —agrega Donadio.
El Club Sinergia se originó en junio no sólo para fidelizar clientes sino también para darles beneficios a aquellos que las seguían desde octubre, cuando se lanzaron. De esa manera, además, pueden organizar la producción.
Su público no sólo está compuesto por particulares: también están trabajando con dietéticas.
—Estamos con la veta de la venta mayorista. La idea es seguir creciendo desde ese lugar, estamos apostándole. Hoy nuestro principal canal de venta es Instagram. Entonces, las dietéticas son otro canal de venta para llegar a otro tipo de cliente —aclara Donadio.
Respecto del consumo, lo que ellas recomiendan, a partir de lo que estudiaron y trabajaron con nutricionistas, es tomar la bebida probiótica en ayuno o con el desayuno, siempre incorporando algún prebiótico: una fruta o verdura. Se sugiere comenzar por tomar un cuarto de vaso y, a medida que se avanza en el consumo, se puede incrementar a un vaso.
—En el desayuno va a ser más fácil que sea una fruta porque estas bacterias y levaduras están vivas. Entonces cuando llegan al intestino, al estómago, se tienen que encontrar con un alimento —dice Sartoris.
También se sugiere tomarlo con fibras, frutos secos, cereales enteros.
Sin embargo, si no se lo puede consumir por la mañana, se lo puede hacer en cualquier momento del día.
—Los beneficios se ven igual. Personalmente, tomo a la mañana, a la tarde cuando meriendo, el consumo es frecuente, diario. Hay personas que lo toman durante todo el día. Agarran una botellita de agua, esas térmicas, le ponen la medida y lo consumen durante todo el día —describe Donadio.
De todas maneras, aconsejan que, principalmente aquellas personas con patologías o que deseen alcanzar ciertos objetivos, como los deportistas, consulten a médicos y nutricionistas.
Otra unidad de negocio
Y hay una cuestión que antecede a «Sinergia». Se vincula con otra unidad de negocio que surgió hace dos años. Se trata de una consultora —su página web es www.effektivasesoria.com.ar— y ellas trabajan, en primer lugar, con gestión de calidad. En esta dirección, se centran, por ejemplo, en la norma ISO 9001 que determina los requisitos para un sistema de gestión de la calidad.
Entre otras cosas, las tareas incluyen planear, controlar y mejorar los elementos de una organización que inciden en la satisfacción del cliente y en el logro de los resultados deseados por la empresa. A la vez, se encargan de inocuidad alimentaria: implementan buenas prácticas, un programa HACCP (Análisis de Peligros y Puntos Críticos de Control) para identificar, evaluar y prevenir riesgos de contaminación de los productos a nivel físico, químico y biológico a lo largo de todos los procesos de la cadena de producción, e implementan el sistema de certificación de la seguridad alimentaria FSSC 22000.
Ellas, dicen, ofrecen resultados.
Por el momento hicieron un trabajo para una empresa de quesos de Córdoba y, actualmente, se encuentran realizando labores correspondientes a ISO 9001 con otra organización que desarrolla software.
—Se nota la diferencia entre vender un producto y vender un servicio. Claramente, el producto es tangible, aunque después el servicio termina siéndolo. Pero es más ya el producto, es más rápido. Entonces, con la consultora estamos en el proceso de crecimiento —dice Donadio.
Por último, en tanto emprendedoras, dicen que en Argentina, si bien es fácil comenzar, es difícil mantenerse.
—Todo es muy cambiante. Hoy estamos en la etapa de ordenar nuestra empresa. Eso es un desafío. Hay que tener mucha cintura —dice Donadio.
—Y plata —agrega Sartoris y refiere que, por ejemplo, el dinero lo necesitan para maquinaria, en la que tienen previsto invertir.
Así, entre ambas unidades de negocio, Sartoris y Donadio tienen en claro su objetivo: vender bienestar.