En importante cantidad de conversaciones con personas que encabezan empresas o comercios, o responsables de los mismos, he escuchado la referencia a que “se perdió la cultural del trabajo”.

Más allá del rubro al que pertenezca el protagonista, el común denominador es la dificultad para conseguir o retener mano de obra o talento.

No importa, incluso, que sea calificada o no.

“No se consigue gente que quiera trabajar”, es una de las frases que comparte el podio con “duran muy poco en un trabajo y se van”, entre aquellos empleadores con los que he charlado en los últimos meses.

Buena parte de ese panorama es real. No solo por los testimonios que lo argumentan sino también porque basta con adentrarse en el mundo de la industria o el comercio para comprobarlo.

Pero, claro, existe otra cara de la moneda.

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Y esta columna no pretende pararse de un lado o del otro, sino plantear la necesidad de repensar ciertas cosas.

Tantas o más conversaciones he sostenido con dueños o responsables de firmas como con trabajadores, mandos medios y gerentes.

Y es indispensable entender también que muchas veces los sueldos no son un combustible que pueda alimentar la cascoteada “cultura del trabajo”.

Voy a contar tres casos concretos.

1- Conocí un joven villamariense que se gana la vida en las esquinas. Limpia vidrios y vende lo que puede, generalmente pan casero.

Su implacable disciplina (llueve o truene, haga calor o frío, a las 6 am está en el semáforo) le ha valido varias ofertas de trabajo.

Sin embargo, sigue en la esquina. “Me ofrecen lo mismo que gano en la esquina, pero en blanco, entonces ya no cobraría los planes. Ganaría menos plata”, me argumentó en cada una de las oportunidades.

¿No tiene “cultura de trabajo”?

2- También sostuve diálogo con el gerente de un área específica en una empresa que desde Villa María presta servicios a todo el país.

Con alta responsabilidad, horarios que exceden ampliamente las ocho horas diarias y un teléfono que atiende problemas a cualquier hora.

Sin embargo, su descontento con respecto a su sueldo es explícito. “Cuando me salga algo, me voy”, me avisó.

3- Algo similar sucede con un empleado de un local comercial que me contó que entró a trabajar hace seis meses pero que sigue “tirando currículums” casi en forma permanente.

“No dudo en irme a donde me paguen más o donde las condiciones sean mejores”, me comentó.

Redefiniendo

Siento que la “cultura del trabajo” es algo que definitivamente hay que redefinir, en muchos casos.

Trabajar, a cualquier costo, está lejos de describir ese concepto. Trabajar, por el solo hecho de que dignifica, tampoco.

Entiendo que actualmente en la balanza se ponen muchas cosas. La remuneración económica, claramente, es de lo que más pesa.

Pero también las condiciones, el tiempo, la flexibilidad, y otros intangibles que son altamente valorados.

Por ello, la pregunta que planteo hace referencia al título de esta nota: ¿No hay cultura del trabajo o es lógico que los trabajadores busquen permanentemente mejores sueldos y condiciones?

Es sabido que, en muchos casos, más allá de que un empleador pague al pie de la letra lo que se estipula por escala salarial, este monto también puede resultar insuficiente para el caótico contexto económico actual del país.

Y que, a veces, tampoco es competitivo con la comodidad de cobrar algún que otro plan al que se debiera renunciar en caso de estar en blanco.

¿Y, entonces? Claramente algo tiene que cambiar. Pero, ¿por dónde empezar?

La reconfiguración de los planes sociales en el país es más que necesaria y podría ser un necesario primer paso.