En medio de la revolución tecnológica que estamos viviendo el mundo nos plantea un nuevo escenario cada vez más vertiginoso al que adaptarnos.
Procesos de transformación que tardaban décadas hoy exigen que las empresas deban mutar a súper velocidad y de forma constante, a fin de adaptarse día a día a las nuevas reglas de juego. Y, algo es seguro: Quién no logre adaptarse a tiempo quedará fuera del mercado.
Para dimensionar el tema considere estos datos de color según la Cámara Argentina de Comercio Electrónico (CACE): En 2020 se facturó en Argentina $905.143 millones, en más de 164 millones de órdenes de compra, lo que representa un crecimiento del 124% con respecto a 2019.
Pero no solo debemos destacar la tecnología aplicada a las ventas a través de internet con una web e-commerce o por medio de plataformas de ventas como Mercado Libre, o directamente desde las redes sociales como Facebook o Instagram; en la actualidad existen multiplicidades de aplicaciones para optimizar la operatoria de las empresas.
Cuando hablamos de soluciones informáticas podemos destacar la enorme variedad de App para celulares que nos facilitan el control de ventas, de cobros, de stock, de ruteo, etc. Hasta software que nos ayudan a organizarnos internamente, desde los clásicos ERP (Sistema de Planificación de Recursos Empresariales) de gestión que nos ayudan a nuestras operativa transaccional (facturación, compras, cobros, pagos, tesorería, etc. etc.), hasta los CRM (Gestión de la Relación con el Cliente) que nos facilitan la interrelación con los clientes, los WMS (Sistema de Administración de Almacenes) que nos optimiza la operatoria de depósito, o incluso recursos que nos facilitan la organización de proyectos y/o tareas.
Tecnología y adaptación
Pero no todo es tecnología, después de todo la tecnología se adquiere y listo. El tema es: ¿Qué tecnología comprar? ¿Cuál es la más conveniente para mi empresa? ¿Cómo la incorporo a mi organización?
La incorporación de nuevas tecnologías implican un relevante estrés en las organizaciones, y no es menor la inversión en tiempo que se requiere para una correcta inducción en el personal que debe adaptarse al nuevo entorno. Es evidente que los adelantos tecnológicos imponen hoy acelerados cambios que desafían la capacidad versátil de las empresas.
Las organizaciones con mayor flexibilidad y adaptabilidad al cambio aprovechan mucho más este esfuerzo y, sin lugar a dudas, logran un mayor fruto de ellas. La incapacidad de adaptación a un nuevo entorno castiga a las empresas a una menor rentabilidad y a veces incluso las lleva ineludiblemente a la quiebra.
Cambiar o morir en el intento
Una cosa es segura, en el mundo empresarial privado la adaptación es crucial, pero, ¿qué entendemos por cambio?
Cambio es la modificación de una situación, y en el mundo empresarial, un cambio implica una crisis, una mutación importante en el desarrollo de un proceso. Que nos guste o no, que impulsemos nosotros el cambio o que factores exógenos nos lo imponga es otro tema.
En el mundo empresarial el entorno juega su cartas, como empresarios no podremos controlar todas las variables que nos afectan, frente a cambios exógenos nada podemos hacer salvo adaptarnos.
Sin embargo hay cambios en nuestra empresa que sí podemos planear, y cuyo éxito depende de nuestra habilidad para diseñar el futuro, y especialmente de nuestra destreza para manejar las resistencias y administrar el tiempo de la transición. Esto es precisamente lo que debemos hacer cuando evaluamos incorporar una nueva tecnología en la empresa.
La teoría nos dice que ante los cambios, planeados o no, las empresas (y también las personas) tienen diferentes formas de reaccionar.
• Negación: se comporta como si nada hubiera pasado, se ignora el cambio ocurrido. En este caso, generalmente ocurre una crisis no deseada que nos obliga a tomar medidas de urgencia.
• Oposición: se toman medidas para no cambiar, se trata de evitar el cambio. En este caso se toma medidas para continuar anclado a la antigua receta, el cambio solo se posterga, a veces a la próxima generación o hasta una crisis de mayor envergadura.
• Adaptación: aquí se espera pasivamente los cambios, se trata de adaptarse. En esta situación, por lo general las empresas toman una posición inercial, tomando medidas como “para salir del paso”.
• Evolución: aquí se trata de comprender la nueva situación para planear acciones. Se pretende controlar y guiar el proceso de cambio. Empresas en esta situación tratan de llevar a cabo un plan coherente y efectivo.
• Revolución: se trata de romper con lo existente. Se es el actor principal del cambio, tratando de implantar algo totalmente nuevo. Generalmente son empresas que pasan a liderar el mercado de la noche a la mañana. Ejemplo: Microsoft, Google.
A veces muchas de estas etapas se suceden unas a otras; cada empresa según sus características, su liderazgo, se sitúa en una u otra fase y las procesará con mayor o menor rapidez.
Si bien es cierto que un cambio representa algo nuevo, y en el mundo empresarial mayor incertidumbre económica, no evolucionar también implica un riesgo, en tal circunstancia se hace necesario ver la crisis del cambio como una oportunidad y no como una amenaza.
El consejo es “tomar en toro por las astas”, planear y asesorarse ante la necesidad de incorporación de un software y ser consiente del cambio que uno está provocando.
Alfredo Koncurat | Titular de EKO Consultora | Experto PyME