Hay algo en el ADN de los emprendedores que los invita a tomar riesgos, los alienta a decidir y los destaca como innovadores.
Y un poco de todo eso tiene la historia de Tomas Catena y su flamante Vita Bona Barbería.
Qué fácil hubiera sido para este joven de 28 años quedarse donde estaba: Desarrollando su proyecto de barbería dentro de una empresa familiar con casi 30 años de exitosa trayectoria en el rubro, como Charme.
Sin embargo, en un momento en donde la cuarentena apretaba por todos lados, junto a su novia Soledad Olguín, decidieron embarcarse con muchas dudas y miedos en un proyecto que hoy les devuelve satisfacciones.
Actualmente, el espacio ubicado en Avenida Dante Aligieri 329 se configura como uno de los únicos espacios en Villa María donde conviven los cortes de pelo y la asesoría de imagen, con la gastronomía.
De familia
Tomás nació entre tijeras y pinturas, por las actividades de su mamá y su papá. Y si bien subrayó que se resistía a la peluquería, aceptó que logró captar muy bien la esencia el tiempo que allí pasaba.
Tras estudiar algunos años abogacía “las vueltas de la vida me pusieron otra vez en el proyecto de la peluquería, mi vieja me abrió las puertas como siempre, y empecé a probar lo que era la barbería”.
Así, inició un espacio masculino dentro de una marca que se caracterizó desde siempre por ser un salón de belleza de excelencia para las mujeres de la ciudad y la región.
Durante los poco más de tres años que estuvo en el local de calle Mendoza, por un lado, se dio cuenta que la profesión le despertaba cosas que “había muy dentro mío” y, por el otro, empezó a notar que los clientes demandaban más.
Y justo en ese momento fue cuando y cómo empezó a nacer Vita Bona.
“Esto viene a profundizar un espacio masculino que empezó en Charme y que en principio fue un furor, nos iba re bien. Pero también veíamos que el hombre quería cada vez más. Y en Charme estábamos limitados a un espacio físico entre barbería, peluquería y academia. Faltaba algo. Faltaba un toque. Y ahí fue cuando empecé a crear este sueño y a proyectarlo”, describió.
Claro que no fue fácil tomar la decisión. “Estaba en una empresa familiar, cómodo, con libertades. Bajo un nombre que lo avalaba. Y tenía miedo, pensaba si la propuesta andaba porque estaba en Charme o si iba a funcionar”, puntualizó Tomás, quien confesó que “hasta que no abrí el negocio y vi la respuesta del cliente, no pude conquistar ese miedo”.
Así, en octubre, decidió apostar, sobre todo porque “venía sintiendo, en charlas con los clientes, en la conexión humana, que era el momento, y digo, si no lo hago ahora, no sé cuándo lo voy a poder hacer”.
“Vimos la posibilidad y lo encaramos. Tuvimos mucho capital humano, amigos, mucha gente que estuvo. El proyecto lo terminó armando la misma comunidad que nos acompañaba siempre”, reflejó.
Si bien el proyecto lo tenía en la cabeza desde hace años, “se terminó gestando muy rápido, en un mes y medio empezó a tomar forma y se fue dando”.
Ofrecer algo diferente
“Sole es gastronómica. Siempre hablamos de emprender juntos en algún momento, pero no lo veíamos tan cercano. Y la idea era, el día de mañana, ella tener su resto y yo la barbería y viéndolo y analizándolo con una cabeza más empresarial, cerraba por todos lados hacerlo juntos”, destacó.
En Vita Bona, Tomas y Soledad buscaron “dar un paso más allá”. Que no sea “solo una barbería donde te vas a cortar el pelo”, sino un espacio donde te ofrecen “un asesoramiento integral de la imagen, donde puedas venir y encontrarte con vos mismo y dejar en manos de un profesional tu imagen”.
Siempre supieron que querían ofrecer algo diferente. En un principio, “lo visualizamos con una barrita, unos tragos y café, para no solo venir a cortarse el pelo, sino pasarla bien” pero de a poco se fue formando algo más grande: “Buscamos el lugar, empezó a tomar forma y cuando nos dimos cuenta tenemos un café bar que está funcionando muy bien y estamos muy contentos”.
Claro que el desafío también se multiplicó, porque “nos introducimos en un mundo que yo no tenía presente, otro rubro, como el de la gastronomía”.
De hecho, el joven subrayó que “hay gente que viene y no se corta el pelo”. “El café bar está funcionado excelente. Necesitamos enfocarnos porque la demanda era muy grande. Mucho vértigo en el inicio. Dando pasos en el proyecto en general”. Hoy Vita Bona ofrece diferentes opciones para comer y beber desde las 8 a las 13 y de 17 a 21.
Tomás destacó una y otra vez el apoyo que tuvo de su familia y de sus clientes y amigos. Quienes no solo lo alentaron a tomar la decisión, sino que pusieron el hombro cuando hizo falta.
Además, contó que barajó la posibilidad de utilizar la marca Charme en su proyecto “lo cual quizás servía porque tiene una confiabilidad de tantos años de trayectoria que generó mi mamá y que vale mucho” pero, a la vez, “quise ser yo, sentirme libre” y en la elección del nombre también jugó un papel ese deseo.
¿Qué necesitaba el cliente?
“Cuando empecé en Charme, notaba que al hombre necesitábamos darle un espacio mucho más cómodo, de estadía, donde podíamos brindarle un mundo que no conoce y que le queríamos mostrar.
Veía que faltaba algo. Esto de poder profesionalizar un oficio. Soy estilista, soy barbero, pero soy un profesional de esto. Un profesional de la imagen. Y quería empezar a mostrar el mundo que hay detrás de un corte de pelo, del cuidado del cabello. Una movida que nace para volarle la cabeza a lo masculino desde la imagen y la moda. A nosotros nunca nos enseñaron cómo lavarnos el pelo, cómo peinarnos. Qué te queda bien y qué mal. Y el cliente quería conocer más.
El punto clave es encontrar la esencia de la persona y poder transmitirla en ese look, que se sienta cómodo con como está. Esa representación no tiene precio y es la conexión humana.
El proyecto recién empieza, es el primer paso de lo que quiero llegar a cumplir como sueño. Es un camino largo. Con el mismo cliente se termina generando algo mutuo y se pone exigente, nos exige a nosotros y hace que sigamos creciendo”.
Reflexiones
Para Tomás, fue la primera experiencia emprendiendo un proyecto así y las primeras sensaciones lo satisfacen pero, al mismo tiempo, lo desafían permanentemente.
“Esto lo empezamos con mucho amor. Teníamos pocas mesitas, y sabíamos que eran incómodas, pero era lo que teníamos, un amigo nos ayudó y le pusimos amor. Pero siento que se dio todo como se tenía que dar. Estamos viviendo una experiencia. Conexiones humanas. Nos estamos desarrollando. Queremos ir avanzando. La idea es crecer. Que crezca como pudo nacer, acompañado por el cliente”, proyectó.
Cuando se lo consulta sobre si piensa que fue el momento adecuado para iniciar este sueño, en medio de la pandemia y cuando muchos locales de diferentes rubros se achicaron o cerraron sus puertas, Tomás está más que convencido: “Decidimos festejar la vida, en un momento de pandemia donde todos la hemos pasado mal. Nos hemos replanteado la vida. Sinceramente, si me preguntás qué me dio el impulso, fue sentir que era el momento justo”.
“Todos a esta edad queremos vivir nuestros sueños y siempre hay miedo. Y hay que hacerlo. ¿Qué puede salir mal? Y si probás y sale mal, volvés a probar. Porque sino, perdés tiempo y en la vida el tiempo vale oro”, reflexionó.
También insistió en que “a veces hay que aprender que lo perfecto es lo que sucede; lo que no sucede no existe, queda en el plano ideal pero no sucedió nunca, y la única forma de que esto sea perfecto, es que suceda… Y acá estamos”.
Finalmente, quien está al frente del flamante multiespacio de “arte, servicio, moda, imagen y gastronomía” ponderó la figura de su madre, María Alejandra Alaniz: “Lo que me traigo de ella de Charme para acá es el amor y la dedicación. Son 29 años de una empresa donde se mantuvo siempre tratando de estar a la vanguardia, de innovar y de crecer, y siempre tuvo energía, dedicación y amor para hacer todo, creo que eso me lo transmitió”.