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Villa María |

viernes 20, diciembre 2024
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Vill-Cor: Una marca no se quema cuando una familia no se rinde

Tras el devastador incendio que destruyó la totalidad de su planta de producción, Vill-Cor renace con un modelo de negocio renovado. Con casi 50 años de historia, la familia Gagliesi se reacomodó, y sigue escribiendo su legado emprendedor. ¿Cómo es empezar de nuevo?

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“En ningún momento, jamás, nos planteamos bajar los brazos o que Vill-Cor se había terminado. Ni si quiera viendo todo en llamas”.

El 17 mayo de 2024, un incendio devoró la planta de producción de Vill-Cor, empresa familiar dedicada a la elaboración y venta de snacks con casi medio siglo de historia en Villa María.

Lo que quedó tras el siniestro no fueron cenizas, sino una llama interna que empuja a la familia Gagliesi a seguir adelante.

Luciana, una de las dueñas de la firma y tercera generación al frente del negocio, compartió la historia de una empresa que no conoce el significado de rendirse.

“El día que falleció mi papá, 23 años atrás, lo enterramos a la mañana y esa misma tarde volvimos a la fábrica para cargar un camión que iba al sur. El día del incendio, apenas horas después de ver todo en llamas, ya estábamos pensando cómo seguir y contactado proveedores”, recordó.

La firma hoy está encarando una reestructuración de su modelo de negocio, sin negociar la calidad y respondiendo a todos los clientes que desde hace años los eligen.

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Vill-Cor: Una marca no se quema cuando una familia no se rinde
La nave de Vill-Cor en el Parque Industrial tenía unos 2000 metros cuadrados.

De una cocina a un sueño industrial

La historia de Vill-Cor comienza con Ricardo Atilio, abuelo de Luciana, y sus hijos, quienes empezaron a producir palitos y maníes hace casi 50 años.

Con el tiempo, el negocio creció, se consolidó, y Ricardo José, padre de Luciana, Marcos y Juan José, se hace cargo del negocio familiar de forma absoluta junto a su esposa Silvia.

En 2001, un golpe devastador sacudió a la familia: la muerte de Ricardo José, quien ya llevaba varios años liderando la empresa.

“Fue un volver a empezar. Con mis hermanos Marcos y Juan José, nos enfocamos en ayudar a mi mamá a sacar el negocio adelante. Cada uno en una etapa personal diferente, estudiando en la universidad y terminando el secundario, no dudamos en priorizar la unión y la fuerza de la familia para interiorizarnos con fuerza y decisión en esta ardua tarea por delante. Fue mucho esfuerzo, trabajo y aprendizaje”, rememoró.

En 2014, ya con los tres hermanos liderando la firma, decidieron encarar la construcción de una planta de producción en el Parque Industrial, Logístico y Tecnológico de Villa María.

Más de 2000 metros cuadrados que dieron nacimiento a una nueva etapa, que reflejaba la proyección y el crecimiento que tenían.

El día que todo se incendió, menos su determinación

El 17 de mayo de 2024 quedó marcado como uno de los días más difíciles en la historia de Vill-Cor.

En menos de 20 minutos, un incendio consumió la planta industrial.

“Mis hermanos, que estaban en la planta prácticamente el dia completo, que son tractores, motores indiscutibles de esta empresa, que trabajan de una manera tan responsable y dedicada, se lo tomaron con una calma que nunca supe de donde salió. Desde el principio dijeron: ‘Esto será el comienzo de otra cosa’”, relató Luciana.

Lo que podría haber sido el final fue, para los Gagliesi, un renacer.

Mientras los bomberos combatían las llamas, la familia ya estaba ideando cómo continuar. “Bajar los brazos nunca fue una opción”, confesó Luciana.

Al día siguiente, se reunieron para contactar proveedores y planear una nueva forma de operar. “El viernes fue el incendio, y ese mismo día por la tarde el negocio estaba abierto. El lunes ya estábamos instalados en una nave que nos prestó un amigo. Nunca cerramos las puertas”, afirmó.

El valor de una marca y una comunidad

“Lo único que no se incendió fue nuestra marca”, dice Luciana, con orgullo.

Vill-Cor, ese nombre que representa calidad, esfuerzo y trayectoria, es su principal capital para seguir adelante.

Pero también fue la solidaridad de la comunidad lo que mantuvo encendida su esperanza.

El apoyo que recibimos fue impresionante. Nuestro entorno y la gente conocida y allegada, nos brindó todo. Gente que no nos conocía, empresas con las que nunca habíamos trabajado, también. Todos se acercaron para ofrecer ayuda. Fue algo que nos emocionó profundamente”, subrayó.

Vill-Cor: Una marca no se quema cuando una familia no se rinde
Las llamas consumieron la totalidad de las instalaciones de la empresa. Foto: Juan Calvo

Con proveedores que confiaron en ellos y amigos que les prestaron máquinas, Vill-Cor comenzó a operar bajo un nuevo modelo de negocio: tercerizar la producción y enfocarse en el envasado y comercialización de sus productos.

A siete meses de aquel hecho, ya lograron adquirir tres nuevas máquinas para envasado.

Por eso, hoy Vill-Cor se prepara para una nueva etapa. La empresa está por mudarse a la Nave para Emprendedores del Parque Industrial, un espacio que les fue ofrecido por la dirección del predio productivo y que les permitirá seguir creciendo mientras evalúan el futuro.

Luciana insistió en agradecer. “Al trabajo incansable de los Bomberos Voluntarios de Villa María, a los amigos y desconocidos. A los trabajadores, a las empresas, clientes, proveedores. Varias veces lloramos por ese apoyo, más que por el incendio”, aseguró.

Un legado para las nuevas generaciones

Los hijos de Luciana y Marcos ya colaboran en el negocio, de a poco y desde sus lugares de conocimiento (redes, logística, atención a clientes, etc) dentro de lo que el tiempo de sus estudios les permiten, aprendiendo de primera mano lo que significa resiliencia y trabajo en equipo.

“Es un ejemplo para ellos. Vieron el apoyo de la gente, la solidaridad, y entendieron que todo esto es fruto de hacer las cosas bien durante tantos años, de ser buen empresario, buen comerciante y buena persona, esto es lo que cosechamos”, destacó.

Vill-Cor no solo sigue en pie, sino que camina con paso firme, demostrando que la verdadera fortaleza de una empresa no está en sus paredes ni en sus máquinas, sino en las personas que la construyen día a día.

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