En el mundo
La situación económica mundial parece estabilizarse luego de un año atípico derivado de la pandemia por el COVID19. Se estima que, tras el colapso económico mundial del pasado año, la economía global se ha contraído el 3,5% (según el FMI). La reciente aprobación de vacunas ha alentado la esperanza de que la pandemia llegue a un punto de inflexión, pero las nuevas olas y variantes del virus generan inquietudes.
En medio de esta excepcional incertidumbre se proyecta que la economía mundial crezca 5,5% en 2021 y 4,2% en 2022. Estas estimaciones son alentadoras, muestran una recuperación al menos con respecto a un tan mal año.
El panorama oscuro viene por el lado financiero, la situación se muestra más que crítica, con la debacle actual la deuda mundial alcanza los 298 billones de dólares, 331% del PIB mundial, y por primera vez la deuda de los Estados alcanzó al PIB mundial (superando el pico de 2008 y también el de la crisis de la década del ’30).
En las economías avanzadas, ese indicador promedia el 122%: sin dudas el riesgo de una crisis mundial de deuda está latente. Ante este panorama es de esperar verse en los países en general una continuidad laxa de las políticas monetarias, es decir, se mantendrían bajas las tasas de interés.
Otro efecto negativo y que repercute en la actividad mundial es el desplome del comercio internacional, según la Organización Mundial del Comercio se prevé una reducción entre el 13% y el 32% del comercio mundial en 2020 como consecuencia de la perturbación de la actividad económica normal derivado de la pandemia, superando el 45% en América Latina.
Si bien el triunfo de Biden supone un cambio de rumbo de la política exterior y económica de su antecesor, la duda sobre el papel del dólar en la economía mundial está latente cada vez más derivada de la falta de liderazgo estadounidense, su creciente aumento de deuda externa y la política monetaria ultraexpansiva de la Fed.
Además, China es muy consciente de la importancia para la hegemonía a largo plazo de EEUU del dólar como moneda de reserva, y no ha mostrado reparos en usar las armas que tiene a su disposición para debilitar el papel del dólar.
Latinoamérica
En América Latina la pandemia golpeo de forma más dura, la contracción se estima en un 7,5% en el pasado año. Por efecto rebote técnico las perspectivas de crecimiento para el presente año son el 3,7% (según la CEPAL) y del 4,1% (según el FMI), levemente por encima de las expectativas mundiales pero cifra que no alcanzará para recuperar los niveles de actividad económica pre-pandemia.
Un efecto negativo a considerar es un posible desparramo de la crisis “primer mundista” que vendría de la mano de un menor intercambio comercial internacional, lo que derivaría de una menor demanda de nuestras exportaciones.
En contraposición un efecto favorable, que ya muestra sus primeras olas para nuestra región, son los aumentos de precios de los commodities por efecto del aumento de liquidez mundial producido del incremento de emisión monetaria en el mundo.
Argentina
Nuestro país no fue una excepción y el colapso económico del pasado año fue incluso uno de los más profundos de la región. Se estima que la economía ha sufrido una contracción del 11,8% (según el FMI). Esto puede deberse en parte por la crucial y delicada situación que enfrentaba el país con sus acreedores a principios de la pandemia: un alto nivel de endeudamiento con compromisos de pagos incumplibles en el corto plazo.
Por el efecto rebote se estima que Argentina vuelva a crecer en el presente año en torno al 5%, una mejora en la situación que no alcanzará para poner al país en los niveles de actividad económica pre-pandemia, una realidad delicada teniendo en cuenta que la economía venía de dos años con caída en su PBI (2018/19) y nuestra población hoy sufre cifras desproporcionadas y escabrosas en materia de pobreza.
A este delicado escenario se le debe sumar una cuota de incertidumbre por el plano político: en el presenta año se llevará a cabo las elecciones legislativas, lo que supone una cuota de fricción que puede lacerar a la estabilidad de las principales variables macroeconómicas: inflación, tasa de interés, tipo de cambio, etc.
En lo inmediato, las variables críticas a morigerar son la incipiente aceleración inflacionaria que comenzó a observarse en los últimos meses del año pasado y que no amainó en enero; y la recuperación del mercado del trabajo que se vio seriamente afectado por la caída de la actividad y las restricciones a la movilidad por la pandemia.
En suma, el 2021 se muestra como un año complejo, con tracción dispar en los diferentes sectores económicos, atravesado por la incertidumbre y lleno de retos.